Siguiendo con mi escapada por tierras de la Conca de Barbera o lo que es lo mismo Ruta del Cister, me han venido recuerdos e imágenes de mi primera visita. Fue una estancia monacal en el Monasterio de Poblet. Un conjunto monumental que roza entre lo místico y lo bélico, dos ámbitos contrapuestos que en plena Edad Media nadie sabía donde empezaba uno y acababa el otro.
Y como casi siempre la primera cosa que te preguntas cuando ves este tipo de edificaciones, monumentos… es de cómo empezó aquello….y es aquí donde muchas veces la historia, por no conocerla, da paso a la leyenda.
Hoy aprovechando la coyuntura, os recuerdo un poco de que va la historia. Cuentan que para allá el siglo XII se instaló en una vieja y pequeña ermita, medio ruinosa en los bosques al pie de las montañas de Prades un ermitaño, que retirado de vida mundana, tenia el propósito de vivir en soledad y dedicado al trabajo y la oración. Tenía por nombre Poblet.
El pobre ermitaño cayó prisionero tres veces por rey moro de Siurana de Prades, Almemoniz, propietario de las tierras, pero tres veces el viejo ermitaño desapareció milagrosamente de la cárcel. El musulmán, desconcertado, lo atribuyó a que era un mensaje divino. Así que prohibió entonces a sus hombres molestar al monje para que este pudiera vivir en paz.
Cuando el rey moro de Lleida se enteró, consideró esta concesión como una muestra de debilidad. Entonces envió un pelotón de soldados a capturar de nuevo al monje. Lo capturaron y lo encerraron en una mazmorra. Pero Poblet volvió a escapar tres veces más de aquella prisión leridana. Así, el rey moro de Lleida también le concedió la libertad al ermitaño.
Con el tiempo, el conde Ramón Berenguer IV se puso secretamente en contacto con Poblet y le pidió ayuda en la reconquista de aquellas tierras a los musulmanes. Tomó la ermita del monje Poblet como base desde donde atacar el reino moro de Siurana. Aquí es donde ahora vendría la leyenda de la princesa mora Abdelazia, hija del señor de Siurana, que al llegar dichas tropas cristianas, prefirió saltar al abismo con su caballo antes que caer en manos enemigas.
Pero a lo que íbamos, los cristianos consiguieron vencer a las tropas moras y expulsaron a los sarracenos. Ramón Berenguer IV, en señal de agradecimiento a Poblet, quiso reconstruir de nuevo aquella ermita y agrandarla. Mando llamar a doce monjes cistercienses procedentes de Fontfreda para que se instalaran allí, bajo la tutela del nuevo abad Poblet, de esta manera se dio nombre al monasterio.
Y aquí termina la leyenda…. A partir de aquí, la historia !!