Hoy repasando fotografías de mi viaje a Madagascar, me vienen a la mente recuerdos de mí paso por la ciudad de Ambatolampy. Os cuento…
Madagascar fue un día una isla con un extenso manto verde. Hoy es roja por el problema estructural que es la tremenda deforestación a la que ha sido sometida. Incremento en las hectáreas dedicadas al cultivo del arroz, la madera que se destina al carbón vegetal como fuente de energía, etc… deja al descubierto el color granate de los suelos ferralíticos sobre la que se sustentó un día esa selva exuberante, hoy reducida a islotes de hectáreas en los diversos parques naturales que tiene la isla. El World Wide Fund for Nature (WWF) asegura que la isla ha perdido ya el 80% de su superficie forestal y sigue perdiendo a un ritmo de 200.000 hectáreas por año.
Cuando se empobrece un territorio, también se empobrecen su población y ello obliga a buscar medios y alternativas para seguir subsistiendo. En Ambatolampy su medio es la artesanía y la manufactura del aluminio. Jornadas eternas de trabajo para ganar dos euros y medio reciclando aluminio. Son los artesanos del aluminio en uno de los países más pobres del mundo.
Cada sociedad resuelve los problemas cotidianos con los medios que le sobran. En el primer mundo lo hacemos con dinero. En los otros mundos, con tiempo e ingenio. La subsistencia diaria de los habitantes de Ambatolampy se basa en el reciclaje, en la reutilización de recursos, principalmente el aluminio proveniente del despiece de lavadoras, frigoríficos y todo tipo de objetos viejos que compran a chamarileros ambulantes.
A media jornada de la capital malgache, Antananarivo (Tana para los familiarizados con el país), saliendo hacia el sur por la RN7, aparece Ambatolampy. Es una ciudad caótica, como todas las malgaches, calles sin pavimentar, casitas bajas, cielos llenos de cables y un mercado sin fin a lo largo de la carretera que la atraviesa de norte a sur. Ambatolampy es conocida por sus artesanos de ollas y utensilios de aluminio. El 90% del menaje de cocina que se usa en Madagascar sale de aquí. Pero no esperéis encontrar una fábrica enorme ni grandes centros de producción. Las ollas cacerolas, cubos y demás objetos que se fabrican en Ambatolampy se hacen a mano en pequeños talleres familiares.
No hay botas, ni guantes, ni trajes especiales. Solo pies y manos desnudas a milímetros de un aluminio al rojo vivo y la misma ropa mugrienta un día tras otro. Un molde rudimentario hecho con dos cajones de madera donde se apisona tierra en torno a un positivo. Cuando este se retira se vuelven a cerrar los cajones y se derrama aluminio líquido que previamente se ha fundido en rescoldos de carbón. Imposible ser mas artesano. Un proceso aprendido de los franceses en su etapa colonial y que no ha evolucionado ni un ápice en los últimos cien años. Un trabajo duro que lleva a cabo un ejército de jóvenes que por el esfuerzo y el hollín perpetuo que les envuelve ya parecen viejos. Trabajan de sol a sol, siete días a la semana de forma rutinaria e insalubre para ganar unos 10.000 ariarys al día, al cambio, poco más de dos euros.
Así pues, si vais a Madagascar, es visita obligada Ambatolampy. Veréis muchos puestos callejeros a las orillas de la RN7 en los que se venden recuerdos de aluminio hechos con este proceso. Sera un acto de justicia con los trabajadores que merecen una ayuda, parar y comprar uno… No será un suvenir más.
Por cierto, cuando les pido posar para algunas fotografías, solo su dignidad y la elegancia de su porte supera en tamaño a la dureza de una vida así.