Un dia en Pangong Tso

Hoy último día del año, cuando haces repaso de lo que ha dado de sí el 2017, recuerdas el último viaje realizado y no quisiera acabar el año sin escribir, o describir, un lugar que me  parece un sueño. Y la verdad, no sé ni cómo empezar. Me estoy refiriendo al  lago Pangong, en uno de los rincones más remotos de Ladakh, es de esos sitios que te arrancan todo tipo de exclamaciones. Después, sin embargo, te va callando. Posiblemente porque el silencio es la manera que tenemos de rendirnos ante un lugar como este.

DSC_5423Pangong esta situado en la frontera con la Región Autónoma del Tíbet (China), el lago sólo es accesible en los meses de verano y tras unas ocho horas de conducción por unas carreteras, por decirlo de alguna manera, del Himalaya indio, desde Leh.

Nadie dijo que los lugares remotos sean fáciles de alcanzar. Son como los sueños. Y sin embargo el Lago Pangong está más cerca de lo que parece. Eso sí, sólo hace falta que sea verano.

Sales desde Leh dispuesto a llegar antes del atardecer al lago…hay que ascender hasta los 5.360 metros de altura en el puerto de Chang La…Aquí parada obligatoria aunque no más de 20 minutos si queremos seguir sin que el mal de altura empiece a hacer de las suyas. Todo el mundo para en este puerto. No hay muchas más opciones para tomarse un chai calentito, o unos fideos.

 

Allí hay que hacerse las fotos de rigor, dar una vuelta a la gompa cuya entrada está cubierta de banderas de oración y campanas que suenan constantemente con el viento, y, por qué no, admirar la gran pared de hielo que se alza imponente junto a una de las curvas de la carretera.

Por esos lares el tiempo es muy cambiante. Aunque es Julio, hace un frío que pela, de hecho a estas alturas puede nevar en cualquier momento, y lo normal es que estés algo mareado. Falta aire. Falta oxígeno.

Ladakh 2017-176La “fauna” en este lugar es variopinta. Veo muchos turistas indios, japoneses con ese aire de estar siempre perdidos con sus cámaras colgando, y algún que otro occidental. Muchos llegan en moto, otros en minibuses y los más valientes en bicicleta.

Una vez superado este paso de montaña, ahora ya es todo descenso. Rodando entre curvas y magníficos cerros de colores hasta que en un momento dado, al fondo ya divisas el Lago Pangong. Un triángulo de color azul turquesa, encerrado entre dos enormes laderas de colores ocres. Un horizonte cortado y sin embargo prometedor. Como si fuera un oasis en el desierto. Es ver tu sueño ahí, ya al alcance de la mano.

Ladakh 2017-179Y si estabas cansado, mareado, o somnoliento por el traqueteo de la pista… todo se te pasa. Tus sentidos se despiertan y ya sólo anhelas llegar y ver cómo es.

Cuando por fin llegas al extremo del lago hay a un sitio llamado Lukung. De hecho son varios puestos de chai que se alinean junto a la carretera. Aquí hay mucha gente… Son irresistibles modelos para tu cámara, observas y observas a toda esta fauna en ese marco incomparable. Es como una escena kafkiana. La explicación? Si, es que aquí se han rodado unas cuantas pelis de Bollywood, y una de las más recientes fue todo un bombazo de taquilla. ¿De ahí tanto postureo? quién sabe. El lago Pangong comienza aquí para muchos, y para algunos se acaba porque después de pasar una hora, o dos… volverán a Leh. Vaya locura ¡Un montón de horas de carretera para ir a ver el Lago Pangong!

Doy mis primeros pasos hacia la playa del lago. Lentamente, pues estoy a 4.250 metros de altura. Y eso se nota…

En el cielo Ladakh 2017-190dominan las nubes, pero cuando el sol se impone, el color turquesa se recorta contra las montañas. El atardecer se te marca en las retinas. Cada minuto que pasa el sol dibuja perfiles distintos en las montañas que tienen en frente. No deja de ser una sinfonía de luz y color con la única música del viento…. Y cuando llega la noche, el frío se intensifica por momentos y el cielo se llena de estrellas. De muchas estrellas. La quietud se apoderó de todo, incluyendo mi espíritu.

Tras pasar noche en Pongong, emprendí el viaje de vuelta y, tras alguna sorpresa del camino como ver yaks a lo lejos, o preciosas marmotas tomando el sol, vuelvo de nuevo a Leh feliz por lo vivido en un día y una noche. Ahora sólo queda recordar ese lago salino, enorme, que a veces se convierte en un espejo y otras en una enorme superficie turquesa. Un lugar donde la luz cobra todo su sentido.

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