Que os puedo contar hoy de Madagascar, pues que es un lugar completamente diferente del resto del mundo. Te pierdes por sus selvas y ves que una gran parte de su fauna y su flora no la hallaréis en ningún otro lugar del planeta. Y que si estáis en la parte occidental de la isla veréis un lugar que atrae visitantes continuamente, se le llama la “Avenida de los Baobabs”. Arboles gigantescos que están alineados a ambos costados de un camino de tierra ofreciendo un espectáculo incomparable.
Los Baobabs son unos árboles fascinantes que pueden llegar a vivir más de 1.000 años si cuentan con un clima propicio. Igual que las secuoyas, los baobabs invitan a soñar con lugares lejanos en los que la vegetación es completamente diferente a la de nuestros países. En el caso de estos árboles de África, los malgaches han tejido muchas historias sobre ellos y hoy os voy a contar quizás la más popular de todas.
El nombre oficial es Adansonia, pero popularmente se lo conoce como baobab, la gente del país los conocen por árbol botella o pan de mono. En Madagascar encontraremos 6 especies que son autóctonas, además existen otras dos en el continente africano y una en Australia. Como curiosidad sobre este extraordinario árbol mencionar que en condiciones propicias puede vivir entre 800 y 1.000 años, aunque los científicos han encontrado algún ejemplar al que calcularon cerca de 4.000 años. Su altura ronda entre los 5 y 30 metros. En algunos casos los baobabs se ahuecan cuando alcanzan la madurez y sus troncos pueden servir de depósito de agua donde almacenar hasta 6.000 litros de agua. Y es su extraña apariencia lo que ha dado lugar a que proliferasen las leyendas sobre él…

Los malgaches cuentan que Dios creó a los baobabs grandes, hermosos y fuertes y con el tiempo ellos empezaron a vanagloriarse y alardear de su magnificencia. Entonces, Dios enfadado, los castigó arrancándolos y plantándolos de nuevo, pero esta vez del revés. Lo que vemos como ramas antes eran realmente las raíces del árbol.
Otra interesante leyenda malgache parecida a la anterior, explica que durante la creación, cuando Dios hizo los baobabs estos no paraban quietos y salían corriendo con sus raíces en todas direcciones. Dios, cansado de perseguirlos, los cogió y como en la primera leyenda de los baobabs, los plantó del revés, por lo que las raíces del árbol pasaron a ser las ramas.
Bromas aparte, lo triste es que estos magníficos árboles están seriamente amenazados por la deforestación, el problema más grave que sufre Madagascar, y corren el riesgo de desaparecer para siempre a pesar de los intentos del gobierno malgache por su conservación.
O sea, que si hacemos caso a la famosa frase, adaptación de un relato profético de Mujámmad, mensajero del islam, de “escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo”, ese árbol, por favor, que sea un Baobab.