La India solo existe en la India

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Llevo ya bastantes kilómetros a mi espalda recorriendo el mundo y sin embargo tenía una mancha blanca en mi currículo más clamorosa que una terra ignota en un mapa del siglo XIX: nunca había estado en la India y ahora  por fin puedo decir que he rellenado esas líneas en mi historial viajero: acabo de volver de allí.

DSC_3505¿Y os preguntareis, que tal la India a ojos de un primerizo? Pues lo primero que se me viene a la cabeza es CAOS en mayúsculas. Un intenso, extenuante, seductor y hasta reconstituyente embrollo. Pero un caos, al fin y al cabo. Creo que no descubro nada si digo que la India es ese lugar que no deja indiferente a nadie.

DSC_3707De hecho solo puedo hablar de Delhi, ya que después tome rumbo a Ladakh, que es más Tíbet que India, pero lo que pude  ver de Delhi es que es una perpetua anarquía que se sujeta a sí misma; una incoherencia muy coherente, si se me permite decirlo. Porque las leyes que hasta ahora conocemos de la Física no son suficientes para explicar cómo sale adelante día a día esta ciudad de casi 25 millones de habitantes que parecen estar todos a las vez en las calles tocando el claxon de sus desvencijados vehículos, peleando cada metro cuadrado disponible no solo con otros vehículos a motor sino con burros, vacas sagradas, algunos monos y demás fauna variopinta. Las calles de Delhi son una jungla feroz bajo el perpetuo sonido de miles de claxon.

Casi me imagino y lo hago extensivo a toda la India que todo parece hecho a despropósito, más que a propósito. Nada se repara pero todo funciona. El orden natural de la cosas hacia su colapso sigue su curso inexorable pero cada una encuentra su acomodo en ese camino hacia la extinción de manera que ni se termina de romper ni nadie se encarga de repararla: el muro vencido de una casa, el puente de carretera a medio construir, el laberinto de cables inútiles que cubre las calles, una farola fundida, una carretera con más agujeros que un campo de minas, un baño sin agua, una acera rota, un autobús sin ventanas ni puertas.

Todo tiende a la máxima entropía, pero en India todo encuentra su acople para seguir siendo operativo. Y precisamente en este dulce desconcierto podría decir que radica la belleza de la India. La magnética atracción que ha ejercido para viajeros de todos los tiempos. Yo, el último de ellos.

Y es así, la India hay que verla, es imposible explicarla.

He estado ya en muchos lugares caóticos y superpoblados en mi vida. Pero reconozco que la India es la sublimación de todos ellos.

También confieso que he visto solo un poquito de este gigantesco país, apenas he rascado en la superficie. He estado en Delhi y después en la región autónoma de Ladakh; es decir, me queda casi todo por conocer. Pero me es suficiente para recomendar el viaje a quien quiera vivir una experiencia viajera única.

Pero aviso, la India no es un país fácil. Es un país intenso, agotador y exigente para el viajero, pero a su vez es un lugar que te puede enamorar, vayas como vayas, vayas donde vayas…

DSC_3784Y al final, terminas cayendo rendido a sus gentes, a sus colores, a sus paisajes, a sus palacios y sus templos y de sus gigantescas contradicciones.

La India existe solo en la India.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Josep, comparto plenamente tu crónica. Me pasó lo mismo, era un blanco en mi mapa de viajes y la India me eligió para visitarla y quedar absolutamente enamorada de su «maravilloso contraste». Se me metió bajo la piel, no pretendo entenderla ni explicarla, solo hay que vivirla. Saludos desde Argentina

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