Callejeando por Marrakech…

DSC_0221Cuando visitas Marrakech, todo visitante, yo incluido, busca  con interés visitar la famosa plaza de Jemaa el Fna, pero también tenemos que saber que la plaza es punto de inicio y final, creo yo, de las callejuelas que conforman el Zoco de la ciudad, la inmensa y laberíntica zona de pasillos y pasajes llenas de tiendas que empiezan en lado norte de la plaza y que se prolongan y se extienden lo que parecen hectáreas y hectáreas de calles cubiertas y repletas de comercios.

Recorrerlo te produce la sensación de estar en un auténtico bazar oriental, con ese punto un poco asfixiante que tiene ver tantas y tantas tiendas tan cargadas de productos a la venta. Los tenderos nos esperan a la entrada, sentados y dejando pasar al público, pero en cuanto manifestamos algo de interés se convierten en amabilísimos, por no decir pesadísimos comerciantes, también con ese zalamero toque oriental tan lejano a nuestros centros comerciales.

DSC_0217Como en la propia plaza, en las calles de la medina se unen y conviven el espectáculo turístico y el día a día autóctono de Marrakech. Hay tiendas de souvenirs pero también las tiendas que abastecen a los propios ciudadanos, especialmente si salimos de las calles principales. Mercados abiertos donde fragancias de especias y olores de pescados y carnes se entremezclan, donde puedes adquirir ropa, enseres y mobiliario doméstico.

Encontraremos detalles como una pequeña mezquita en la que comerciantes y clientes se reúnen para sus plegarias  o madrasas donde los niños estudian el Corán.

Si nos adentramos en el Zoco, veremos que es, hoy por hoy, un buen lugar para comprar. DSC_0210Entre las miles de tiendas, las de hay de baratijas que serán un buen recuerdo, pero si nos dejamos guiar, también encontraremos espectaculares establecimientos que podrían trasladarse, excepto por su mugrienta entrada, a cualquier calle cara de nuestras ciudades.

Y por último, si nos adentramos por sus calles, deberemos ir muy atentos a los viejos ciclomotores en los que circula buena parte de la población, siempre con más de un viajero y en ocasiones con toda una familia encima: padre, madre y dos niños y una suma total de cero cascos. Ni siquiera en las estrechas callejuelas del zoco nos libraremos de ellos. Pasarán por nuestro lado a toda velocidad y tocando el claxon como si fuera lo más normal del mundo y los raros fuésemos nosotros por ir caminando entre las tiendas.

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