Iniciando la Ruta de la Seda

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Khiva-169Acabo de regresar de un periplo fotográfico por los países de Uzbekistan y Kirguistan siguiendo la Ruta de la Seda.  El punto de partida lo inicié en Khiva (se pronuncia Jiva), una de las ciudades más fascinantes y menos conocidas de Uzbekistán, un oasis perdido al norte del desierto de Kara Kum. Khiva era un ramal secundario de la Ruta de la Seda.  Para llegar a Khiva hay que desviarse de la ruta principal en la que están las mayores ciudades el país (Bukhara, Samarcanda y Tashkent) y hacer unos 400 kilómetros hacia el noroeste en busca del valle del río Amu Daria. Por suerte, hoy en día los aviones facilitan bastante los desplazamientos.

El Amu Daria, que desembocaba en el Mar de Aral, es famoso por ser el fracaso de la gestión política de los recursos hidráulicos en Asica Central. Su sobre-explotación, con la finalidad de crear miles de hectáreas de regadío para el monocultivo intensivo del algodón donde antes solo había desierto, ha exprimido tanto su caudal que actualmente ya no alimenta Mar de Aral, ya que su agua se pierde antes en la arena. Y el Mar de Aral, privado de éste y otros aportes, prácticamente ha desaparecido, en lo que se considera uno de los mayores desastres ecológico creados por el hombre.

Khiva-041Volviendo a Khiva, la restauración de su casco histórico empezó en época soviética. Y aunque algunos puedan pensar que es una ciudad de cartón piedra, a mi me ha impresionado. Caminar por sus callejuelas es fácil imaginar lo que debieron ser aquellas ciudades míticas del desierto. Si no haces caso a los vendedores de recuerdos y pasas de los pocos turistas que me he encontrado casi puedes oír el bullicio del Dekhon Bazaar mientras que de las caravanas descargan cofres de maderas nobles repletos de aceites y productos de cosmética, especias de olores extraños y polvorientos fardos de delicadas sedas y ver como otras caravanas entran por la puerta de Khuna Ark procedentes de Kirguiztán.

Viendo sus edificios con sus esbeltos minaretes llenos de geometrías y relieves de textos sagrados, alicatados con azulejos púrpuras y verdemares; azules turquesa y amarillos tornasolados me vienen a la mente las formas gaudinianas y sus minaretes más en  forma de chimenea que de alminar y que por momentos me recuerdan mi Barcelona industrial del siglo XIX y del Parque Güell.

Pienso si no deben ser los espejismos del desierto.

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