Me voy a un país donde dos terceras partes del territorio está formado por desiertos, así que la mayoría de las ciudades han tenido sus orígenes en los oasis que acogieron primero a las poblaciones nómadas y que luego crecieron al amparo de la Ruta de la Seda.

Me voy a un territorio estratégico, siempre codiciado por los imperios más poderosos, entre ellos el persa o el chino, hasta que a finales del siglo XIX pasó a formar parte de la Rusia zarista y posteriormente de la Unión Soviética.
Me voy a un país que hasta 1991 no logró la independencia.
Me voy a un país para hacer un recorrido que comenzará en su capital, Taskent, para pasar luego por localidades que albergan un sinfín de obras de arte arquitectónicas y arqueológicas milenarias.
Me voy a un país donde las cúpulas azules de las mezquitas y los minaretes compiten con el mismo sol para ver quién resplandece más.
Me voy a un país donde ciudades como Samarkanda, Bukhara o Khiva fueron parada obligatorias de la Ruta de la Seda y focos más activos de la civilización persa. Las tres son hoy Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Samarkanda, primer lugar de peregrinación musulmán en Asia Central.
A Bukhara se la conoce como la perla del islam.
Khiva, la ciudad de las mil y una noches.
Me voy a un país inmortal a base de leyendas y huellas sobre la arena.
Me voy a Uzbekistan.