Acabo de pasar el fin de semana en Portugal y en esta ocasión he estado en Aveiro. Está claro que el iluminado que bautizó a esta localidad como “la Venecia portuguesa” lo mas probable es que nunca haya puesto los pies en esa maravillosa ciudad que es Venecia.
Es curioso, pero no llevo ya la cuenta de la cantidad de “Venecias de no sé dónde” que he visitado: Brujas, Ámsterdam, San Petersburgo y ahora Aveiro y aunque todas se apuntan al tirón de Venecia como ciudad única e irrepetible, tratan de colárnosla y, de verdad, no cuela.
No me mal interpretéis. Pero cada cosa en su sitio. Aveiro es una ciudad que no esta mal, pero aprovecharse del tirón que tienen 3 canales mal puestos por el medio de la ciudad con unos barquitos a motor capitaneados por 4 pavos medio disfrazados para atreverse a “vender” la ciudad como una Venecia lusa me parece, sencillamente, pretencioso.
Aun así y hay que reconocerlo, Aveiro se ha convertido con los años en unas de las ciudades más visitadas del país, después de Lisboa y su vecina Oporto.
Asentada al margen de su imponente ría, día a día es invadida por turistas atraídos por su conjunto monumental, gastronomía, la pequeña red de canales y sus “Moliceiros”.
El origen del nombre les viene porque con estas embarcaciones recogían el moliço, un alga marina utilizada para fertilizar los campos de cultivo. Las barcas son típicas y exclusivas de la ría de Aveiro, llevan la proa levantada y decoradas con curiosas imágenes, digamos, un poco subidas de tono.
Aveiro por su monumentalidad nos dice que ha tenido su importanciaa lo largo de su historia, sobre todo como puerto pesquero. Recorrer a pie Aveiro es conocer plácidamente su casco histórico, el antiguo barrio de pescadores, es pasear por los canales, es ver sus emblemáticas edificaciones adornadas con los característicos azulejos portugueses.
Su curiosa catedral, la Iglesia de la Misericordia, el Convento de Jesús,hoy convertido en Museo, los numerosos edificios art-decóy por último un llamativo edificio de ladrillo rojo que en el pasado fue una fábrica de cerámica, son lugares de visita obligada y desde el punto de vista gastronómico, no os podéis perder sus famosos “ovos moles”, típico dulce que se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad y que fueron creados por las monjas del Convento en el siglo XVI,…
Visitar Aveiro también es visitar su ría, paisaje a caballo entre el mar y la tierra, constituido por playas, marismas, aguas dulces y saladas que han desarrollado otro de los focos económicos de la ciudad, sus abundantes salinas.
Y para finalizar este paseo os recomiendo visitar las playas. Una es Costa Nova, con sus peculiares “palheiros”, casitas de colores pintadas a rayas que alegran la vista y la otra, la contigua Praia da Barra, con su faro erguidocomo pilar que aguanta el cielo.Es el más alto de Portugal y uno de los mayores de Europa, marcando imponentemente el encuentro de la Ría de Aveiro con el mar. Ambas playas han creadoun inmenso cordón litoralde dunas, muralla entre tierra firme y el océano.
Aveiro es Aveiro, pienso que se vale por si misma y lo de la Venecia portuguesa, si os parece bien lo dejamos para otra ocasión…Venecia solo hay una.