Este fin de semana he estado callejeando por Oporto, una ciudad llena de contrastes donde la sencillez de las viviendas casi medievales que orlan la fachada del río convive con la opulencia elitista de la Praça da Liberdade y de la Avenida dos Aliados que allí nace y por donde cohabitan grandes edificios señoriales y palacios barrocos para acoger sedes de organismos oficiales, sedes corporativas y entidades financieras.
Oporto también es océano, humedades del Atlántico, olores y sabores de ultramar, una fachada desconchada, farolas mohosas pero tambien una exquisita francisinha. A mi entender diría que Oporto, o Portus Cale como dirían los romanos y que dio origen al topónimo del país, es la ciudad más inclasificable de Portugal. Es a la vez una ciudad añeja y cosmopolita, hermosa y decadente, serena pero bulliciosa…
Pero si os dejáis caer por esta ciudad, cuidado! Por sus calles no se pasea, se escala, y no solo por las tremendas pendientes de la ladera septentrional del Douro sino por la cantidad de obstáculos de todo tipo que siembran sus aceras. En el día a día de Oporto hay algo de africano en los colores, reminiscencias de sus colonias y de marinero en los olores.
Oporto también tiene su punto barroco en el abigarramiento de sus tejados, en la magnificencia de sus monumentos de generales y reyes montados a caballo y en lo retorcido de sus callejuelas de sube y baja, donde se agradece mas que nunca la utilidad de los ascensores callejeros como el elevador de Guindais. Una mezcolanza que se percibe sobre todo en la Ribeira, la parte baja y paseo “marítimo” del Douro, donde estaba el antiguo puerto comercial al que llegaban los barcos rabelos cargados de barricas de vino que tanta fama han dado a Oporto. La Ribeira es hoy el escaparate mundano de Porto, el malecón fluvial al que ir a pasear, el descanso del viajero en las noches frescas y húmedas del norte luso y donde poder deleitar su variedad gastronómica.
Desde esa Ribeira se siente la poderosa y omnipresente presencia del puente de Dom Luis I, Eiffel ( si pero no) en Oporto, que en un ir i venir une Oporto con la enfrentada población de Gaia y de esta manera salvar el cauce del Douro. Mas que contemplarlo de lejos, yo casi aconsejo utilizarlo para ver. Y que mejor manera que cruzarlo a su nivel más alto y desde allí deleitarse en la mejor de las plateas sobre ese océano de tejados rojos que es el batiburrillo urbano de Oporto.